En ocasión del juramento para su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos, Barack Obama el pasado 21 de enero dio un lugar prominente a la lucha contra el cambio climático.
Frente a un millón de seguidores en la capital Washington, Obama en su discurso de inauguración prometió responder con fuerza a la amenaza del cambio climático para "no engañar a nuestros hijos y las generaciones futuras", dando lugar a nuevas esperanzas acerca de lo que haría, en este campo vital, el todavía más poderoso país del mundo.
Fuente: http://www.whitehouse.gov
[leer más]Para poder obtener una idea de cuanto puede aumentar la temperatura global promedio en el futuro, se usan modelos climáticos globales (para detalles ver una de las siguientes entradas sobre modelos climáticos). Estos modelos calculan la temperatura en base a la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, considerando principalmente al CO2 por su fuerte contribución al efecto invernadero.
Las futuras concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, a su vez, dependen de las futuras emisiones de GEI. Las mismas no son conocidas porque dependen de muchos factores del comportamiento humano en el futuro. Por los motivos expuestos, es imprescindible la elaboración de escenarios de emisiones de CO2, tarea que desde 1992 ha encarado el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
El Informe Especial de Escenarios de Emisiones del IPCC (SRES 2000) contiene el árbol con los grupos de escenarios principales de cuatro “trayectorias” y “familias” de escenarios (dcha.)
[leer más]A finales de agosto de este año, a invitación de la Fundación Ebert (FES-ILDIS) se realizó el conversatorio conversatorio “Río+20 Balance y Perspectivas" para “socializar y discutir la participación boliviana en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible”, que se llevó a cabo en Río de Janeiro del 20 al 22 de junio.
El evento contó con la presencia de René Orellana, jefe de la delegación boliviana en la cumbre de Río+20, así como de representantes de los ámbitos sindicales y de la sociedad civil.
El Conversatorio tuvo lugar en fecha 15 de agosto de 2012 y fue el primer evento público para analizar los resultados de la conferencia Río+20 para Bolivia, tanto desde la perspectiva del gobierno como desde la sociedad civil.
El mismo se inicio con la exposición titulada “El gobierno Boliviano y Río+20: La discusión sobre las visiones de desarrollo sostenible” a cargo de Carlos Solís, que recoge los puntos centrales de un artículo del mismo nombre, cuyo propósito es “… reflexionar en torno a los resultados alcanzados en la Conferencia Río+20, sobre todo en relación a las principales críticas levantadas a los temas discutidos en este proceso por el gobierno boliviano, y la incidencia de la posición adoptada por el gobierno boliviano en el documento final aprobado por los representantes de más de 190 naciones”.
Solís hizo un breve resumen de las discusiones sobre medio ambiente y desarrollo sostenible en el marco de las Naciones Unidas, desde la Conferencia de Estocolmo en 1972 y después hace énfasis en que para la Conferencia Río+20 el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA) preparó el documento base titulado “El futuro que queremos” que propone a la “economía verde” como la principal herramienta para el desarrollo sostenible. Desde la perspectiva de Carlos Solís, la economía verde promueve un reverdecimiento del sistema vigente y el uso de mecanismos de mercado, además, este hace énfasis en el crecimiento económico y el desarrollo social, al igual que en las alianzas público-privadas.
En contraste a la economía verde, la visión del gobierno boliviano – según el analista Carlos Solís – consiste en terminar con el capitalismo y en la redistribución del poder político internacional y de la riqueza. Asimismo, critica a los mecanismos de mercado y demanda el reconocimiento de derechos de la Madre Tierra e indígenas.
Entre los desafíos para Bolivia Solís propone mantener los cuestionamientos, pero cambiar el tono del discurso, (re)valuar la economía verde y plantear acciones y objetivos concretos, sobre todo concretar la visión del Vivir Bien. “En conclusión puede decirse que el proceso de negociación y debate global que se ha desarrollado en Río+20 presenta una oportunidad para que el gobierno boliviano reflexione acerca de su propia visión del desarrollo sostenible”.
Fotos: Los expositores Carlos Solís, René Orellana y Ely Peredo
Posteriormente, René Orellana, el jefe de la delegación boliviana en Río+20 (y también en la Conferencia Climática en Durban en diciembre pasado), realizó una exposición de análisis sobre las negociaciones en Río+20 y el posicionamiento de Bolivia. En la misma relató que había muchas “delegaciones cooptadas por países grandes, sobre todo de Estados Unidos”. La estrategia boliviana se anclaba en buscar alianzas y no actuar aisladamente, en claro contraste al posicionamiento de Bolivia en la Conferencia Climática de Cancún a fines de 2010, donde fue el único país del mundo que se oponía al “Acuerdo de Cancún”.
Según Orellana, ha sido el grupo G77+China que ha evitado que se adopte un modelo único de desarrollo eco-capitalista en el documento final de la Conferencia. “Bolivia, el ALBA y el G77+China bloquearon el enfoque privatizador, neoliberal y colonialista de la ´economía verde´”, tituló la Publicación del Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia en su revista sobre Río+20.
En su discurso a la plenaria de la Conferencia Río+20 el presidente boliviano Evo Morales ya había denunciado la “economía verde” como “el nuevo colonialismo de sometimiento a los pueblos y a los gobiernos anticapitalistas”.
Orellana, además, hace un recuento de los “logros de Bolivia” en la conferencia, de los cuales presentamos aquí una selección:
1 - Se ha logrado incluir los conceptos de “Madre Tierra” y “Derechos de la naturaleza” como expresiones que son usadas en varios países en el mundo para referirse a la naturaleza y sus derechos.
2 - Se establece que para lograr el desarrollo sostenible se debe promover la armonía con la naturaleza.
4 – Se ha incluido el derecho humano al agua y al saneamiento.
5 – Se ha incluido el derecho a la alimentación nutritiva y suficiente (...)
6 – No existe ninguna referencia a REDD+ como mecanismo de mercado de carbono.
7 – No existe ninguna referencia a “pago por servicios ambientales” ni siquiera a “servicios ambientales”
12 – Se reafirma que se deben respetar los derechos de los pueblos indígenas establecidos enla Declaraciónde los Derechos de los Pueblos.
13 – Se reconoce la diversidad de modelos, enfoques, visiones de desarrollo sostenible que cada país tiene y se establece que estos son respetados.
Sin embargo, a juicio crítico de Carlos Solís, la posición boliviana “a pesar de ser considerada como referencia por algunos grupos de la sociedad civil, los resultados obtenidos en la Conferencia Río+20 muestran que la posición boliviana no ha tenido influencia significativa en el documento final”.
El evento contó luego con una ronda de preguntas y comentarios de los participantes, seguido por otras intervenciones (véase Programa). Uno de los puntos recurrentes en las intervenciones era la discrepancia entre el discurso del gobierno y la realidad. El sentimiento generalizado entre los participantes tal vez se pueda resumir de la siguiente manera: “Está muy bien lo que dice Bolivia a nivel internacional, pero ¡hay que cumplir en casa!”.
(Ver tambien: Un balance de Rio + 20. La paradoja del desarrollo sostenible de Elizabeth Peredo)
En un artículo muy reciente titulado “La Nueva Matemática de Horror del Calentamiento Global” (“Global Warming´s Terrifying New Math”) publicado en la revista “Rolling Stone”, Bill McKibben, el más influyente activista contra el cambio climático de Estados Unidos, llama a una campaña contra el que considera el “enemigo principal del cambio climático”: las empresas petroleras multinacionales.
McKibben presenta cálculos de su “nueva matemática”, donde contrasta el monto de carbono que aún falta emitir para calentar la atmósfera por encima del límite de los 2° C (565 giga toneladas), frente a todas las reservas comprobadas de las empresas y estados productores de hidrocarburos (2.795 giga toneladas). Si la diferencia entre ambas cifras (2.795 – 565 = 2.230) se emite a la atmósfera, solo cabe pronosticar consecuencias aterradoras para el planeta.
Fig. 1: Ilustración por Edel Rodríguez (www.rollingstone.com)
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